Jesús llegó a irrumpir en un mundo lleno de maldad, injusticias y corrupción. Pero, Él trajo misericordia y gracia para aquellos que era despreciados, juzgados y que nadie les daba ni una sola oportunidad.
El pecado que nos sujetaba, las pasiones y deseos que nos hacía esclavos, las maldiciones generacionales que nos impedían avanzar y la muerte que tenía una sentencia inamovible sobre nosotros, fueron totalmente vencidos en la cruz, una vez que de los labios de Jesús saliera “Consumado es”, fue firmado el decreto de nuestra redención y libertad.
Ya podíamos gritar victoria, pero la cruz significó a la vez la muerte de mi Salvador, el cielo se llenó de tinieblas y parecía que la victoria se había esfumado.
Aunque podía recordar lo que había dicho Jesús, que al tercer día resucitaría. Fueron tres días muy difíciles, porque la única esperanza que había aparecido en mi oscura y triste vida, había “muerto” y aunque había prometido resucitar, mis sentidos no me dejaban creer completamente.
Mis ojos vieron tantos milagros del Maestro, con mis propios ojos vi como levantó a un muerto, sanó a ciegos y cojos, cómo transformó la vida de tantos, yo misma sentí como mi corazón era cambiado al escuchar sus palabras de amor y compasión. Pero mi corazón falto de fe no me dejaba esperar tranquila en su promesa.
Pero aunque fuera difícil esperar, de algo podía estar segura, es que Jesús no iba a fallar. Lo que prometió lo cumpliría. ¿Qué otra esperanza podía tener? Porque si el hombre que cambió mi vida y me dio un razón de existir estaba muerto, yo moría con Él, y mi vida nuevamente sería un desastre absoluto. Y nuevamente mi nombre volvía a ser pecadora, rechazada, apartada, sucia…
Al tercer día fui a esa tumba, porque no tenía otro lugar a donde ir, mi amado, mi Salvador, quien me rescató estaba allí y mi corazón anhelaba que fuera realidad lo que Él prometió.
La tierra comenzó a temblar y el infierno no lo pudo contener más, Cristo le quitó las llaves a la muerte, y resucitó con gran poder. Aquella roca que me separaba de mi Salvador, fue quitada y mi Cristo salió totalmente victorioso sobre la muerte. Nada ni nadie le pudo vencer, ni nada ni nadie lo hará. Rey de reyes y Señor de señores, ese es aquél que me amó, me recogió, me limpió y me dio un nombre nuevo, me llamó hija y muy amada.
Ahora aquél poder de resurrección que levantó a Jesús de entre los muertos es aquel que me levantó de mi muerte espiritual, de mi muerte al pecado y aquello que era yo sometida. Jesús, mi Salvador y Libertador, que se entregó por completo por amor, no se quedó derrotado en una tumba, fue y es victorioso por los siglos Amén.
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Jesús llegó a irrumpir en un mundo lleno de maldad, injusticias y corrupción. Pero, Él trajo misericordia y gracia para aquellos que era despreciados, juzgados y que nadie les daba ni una sola oportunidad.
El pecado que nos sujetaba, las pasiones y deseos que nos hacía esclavos, las maldiciones generacionales que nos impedían avanzar y la muerte que tenía una sentencia inamovible sobre nosotros, fueron totalmente vencidos en la cruz, una vez que de los labios de Jesús saliera “Consumado es”, fue firmado el decreto de nuestra redención y libertad.
Ya podíamos gritar victoria, pero la cruz significó a la vez la muerte de mi Salvador, el cielo se llenó de tinieblas y parecía que la victoria se había esfumado.
Aunque podía recordar lo que había dicho Jesús, que al tercer día resucitaría. Fueron tres días muy difíciles, porque la única esperanza que había aparecido en mi oscura y triste vida, había “muerto” y aunque había prometido resucitar, mis sentidos no me dejaban creer completamente.
Mis ojos vieron tantos milagros del Maestro, con mis propios ojos vi como levantó a un muerto, sanó a ciegos y cojos, cómo transformó la vida de tantos, yo misma sentí como mi corazón era cambiado al escuchar sus palabras de amor y compasión. Pero mi corazón falto de fe no me dejaba esperar tranquila en su promesa.
Pero aunque fuera difícil esperar, de algo podía estar segura, es que Jesús no iba a fallar. Lo que prometió lo cumpliría. ¿Qué otra esperanza podía tener? Porque si el hombre que cambió mi vida y me dio un razón de existir estaba muerto, yo moría con Él, y mi vida nuevamente sería un desastre absoluto. Y nuevamente mi nombre volvía a ser pecadora, rechazada, apartada, sucia…
Al tercer día fui a esa tumba, porque no tenía otro lugar a donde ir, mi amado, mi Salvador, quien me rescató estaba allí y mi corazón anhelaba que fuera realidad lo que Él prometió.
La tierra comenzó a temblar y el infierno no lo pudo contener más, Cristo le quitó las llaves a la muerte, y resucitó con gran poder. Aquella roca que me separaba de mi Salvador, fue quitada y mi Cristo salió totalmente victorioso sobre la muerte. Nada ni nadie le pudo vencer, ni nada ni nadie lo hará. Rey de reyes y Señor de señores, ese es aquél que me amó, me recogió, me limpió y me dio un nombre nuevo, me llamó hija y muy amada.
Ahora aquél poder de resurrección que levantó a Jesús de entre los muertos es aquel que me levantó de mi muerte espiritual, de mi muerte al pecado y aquello que era yo sometida. Jesús, mi Salvador y Libertador, que se entregó por completo por amor, no se quedó derrotado en una tumba, fue y es victorioso por los siglos Amén.
Bendiciones 🙌🏼
4 years ago (edited) | [YT] | 142