Cuando me preguntan si no me da miedo viajar solo en moto pienso que si tiene que suceder algo, sucederá; pero obsesionarse con la posibilidad de que ocurra cuando de momento estás a salvo no tiene ningún sentido. Los miedos son nuestro mayor límite y si nos dejamos acobardar por ellos nos impiden vivir como realmente queremos. Claro que tuve miedos y por supuesto que a veces se siguen asomando. A mi tercer día de viaje me encontré con un fatal accidente de dos chavales de mi edad que se acababan de estrellar por culpa de un clavo que les reventó la rueda. Mientras les veía agonizar, no pude evitar verme a mí mismo ahí tirado y todos los miedos vinieron de golpe: ¿y si el clavo estuviera en una curva con barranco? ¿Y si nadie pasara por allí? ¿Y si no llegara a tiempo al hospital? ¿Y si un quitamiedos me rebanara las extremidades? ¿Y si…? Los miedos. Tenía que calmarme y pensar con cordura. Esto no es solo parte de montar en moto sino de la vida misma. Hagamos lo que hagamos, vivimos rodeados de riesgos, en todos lados a todas horas. Lo que no debemos permitir es que el miedo a la materialización del riesgo nos acobarde e impida hacer aquello que nos produce felicidad porque, de lo contrario, viviríamos una vida gris y apagada. El que hace surf corre el riesgo de ahogarse; el electricista, de electrocutarse; el que toma un avión, un tren, un coche, una moto, una bici… en fin, ya sabes cómo va la película: donde está el cuerpo está el peligro. No podía dejar que esa experiencia nublara mi sueño, pero debía aprovechar el recordatorio de que hay que ser prudente y minimizar los riesgos lo máximo posible. Y es que al otro lado del miedo están las mejores cosas de la vida 🔮🌀
Soy Tribu
Cuando me preguntan si no me da miedo viajar solo en moto pienso que si tiene que suceder algo, sucederá; pero obsesionarse con la posibilidad de que ocurra cuando de momento estás a salvo no tiene ningún sentido. Los miedos son nuestro mayor límite y si nos dejamos acobardar por ellos nos impiden vivir como realmente queremos. Claro que tuve miedos y por supuesto que a veces se siguen asomando. A mi tercer día de viaje me encontré con un fatal accidente de dos chavales de mi edad que se acababan de estrellar por culpa de un clavo que les reventó la rueda. Mientras les veía agonizar, no pude evitar verme a mí mismo ahí tirado y todos los miedos vinieron de golpe: ¿y si el clavo estuviera en una curva con barranco? ¿Y si nadie pasara por allí? ¿Y si no llegara a tiempo al hospital? ¿Y si un quitamiedos me rebanara las extremidades? ¿Y si…? Los miedos. Tenía que calmarme y pensar con cordura. Esto no es solo parte de montar en moto sino de la vida misma. Hagamos lo que hagamos, vivimos rodeados de riesgos, en todos lados a todas horas. Lo que no debemos permitir es que el miedo a la materialización del riesgo nos acobarde e impida hacer aquello que nos produce felicidad porque, de lo contrario, viviríamos una vida gris y apagada. El que hace surf corre el riesgo de ahogarse; el electricista, de electrocutarse; el que toma un avión, un tren, un coche, una moto, una bici… en fin, ya sabes cómo va la película: donde está el cuerpo está el peligro. No podía dejar que esa experiencia nublara mi sueño, pero debía aprovechar el recordatorio de que hay que ser prudente y minimizar los riesgos lo máximo posible. Y es que al otro lado del miedo están las mejores cosas de la vida 🔮🌀
7 years ago | [YT] | 302