El doctor (PhD) Craig keener, en su monumental comentario histórico y exegético al Evangelio de Juan, escribe:
"El mismo escepticismo de Tomás lo convierte en el defensor ideal de una alta cristología, al indicar la grandeza de la revelación por la cual fue convencido.
Tomás ya había hablado en representación de los discípulos anteriormente en este Evangelio (11:16), y su revelación provoca la confesión cristológica culminante del Evangelio: “¡Mi Señor y mi Dios!”(20:28), la cual forma un inclusio con el prólogo (1:1, 18).
En este caso, como en el prólogo, la confesión de la deidad de Jesús es inconfundible (cf. Apoc 4:11). No puede simplemente representar una aclamación dirigida al Padre, puesto que Juan afirma explícitamente que las palabras van dirigidas a Jesús (αὐτῷ).
La vinculación de “Señor” y “Dios” puede derivar, en última instancia, de la Septuaginta (LXX), donde ambos términos aparecen juntos de manera consistente, traduciendo YHWH y ’Elohim, respectivamente; estos dos títulos de Dios continuaron apareciendo juntos en el judaísmo primitivo.
Un pasaje de la LXX incluso promete, en el arrepentimiento escatológico de Israel, la confesión: “Tú eres el Señor, mi Dios” (Ose 2:25 LXX [2:23 MT]); también se ha sugerido Sal 35:23 (34:23 LXX: “mi Dios y mi Señor”). Para el tiempo en que se compuso el Cuarto Evangelio, sin embargo, la expresión podría haberse vuelto más familiar en otro contexto para los cristianos del oriente del imperio. En los cultos orientales también se unían estos títulos, y esto pudo haber influido en la retórica de Domiciano, quien se llamaba a sí mismo “Señor Dios” en edictos imperiales y esperaba ser llamado “Señor Dios” (Suetonio, Dom. 13).
Como se señaló en la introducción, las crecientes exigencias cívicas del culto imperial en Asia, además de las presiones dentro de las sinagogas, habrían creado una situación hostil para los primeros cristianos. Esta situación podría haberlos tentado a atenuar su cristología (para las sinagogas) o a comprometer su unidad (permitiendo también la participación en los cultos cívicos o imperiales). En lugar de eso, Juan exhorta a los cristianos a responder afirmando plenamente su cristología: Jesús es el único Señor y Dios"
Jesús es el Señor - En defensa de la fe
EL MESÍAS ES DIOS TODOPODEROSO
El doctor (PhD) Craig keener, en su monumental comentario histórico y exegético al Evangelio de Juan, escribe:
"El mismo escepticismo de Tomás lo convierte en el defensor ideal de una alta cristología, al indicar la grandeza de la revelación por la cual fue convencido.
Tomás ya había hablado en representación de los discípulos anteriormente en este Evangelio (11:16), y su revelación provoca la confesión cristológica culminante del Evangelio: “¡Mi Señor y mi Dios!”(20:28), la cual forma un inclusio con el prólogo (1:1, 18).
En este caso, como en el prólogo, la confesión de la deidad de Jesús es inconfundible (cf. Apoc 4:11). No puede simplemente representar una aclamación dirigida al Padre, puesto que Juan afirma explícitamente que las palabras van dirigidas a Jesús (αὐτῷ).
La vinculación de “Señor” y “Dios” puede derivar, en última instancia, de la Septuaginta (LXX), donde ambos términos aparecen juntos de manera consistente, traduciendo YHWH y ’Elohim, respectivamente; estos dos títulos de Dios continuaron apareciendo juntos en el judaísmo primitivo.
Un pasaje de la LXX incluso promete, en el arrepentimiento escatológico de Israel, la confesión: “Tú eres el Señor, mi Dios” (Ose 2:25 LXX [2:23 MT]); también se ha sugerido Sal 35:23 (34:23 LXX: “mi Dios y mi Señor”). Para el tiempo en que se compuso el Cuarto Evangelio, sin embargo, la expresión podría haberse vuelto más familiar en otro contexto para los cristianos del oriente del imperio. En los cultos orientales también se unían estos títulos, y esto pudo haber influido en la retórica de Domiciano, quien se llamaba a sí mismo “Señor Dios” en edictos imperiales y esperaba ser llamado “Señor Dios” (Suetonio, Dom. 13).
Como se señaló en la introducción, las crecientes exigencias cívicas del culto imperial en Asia, además de las presiones dentro de las sinagogas, habrían creado una situación hostil para los primeros cristianos. Esta situación podría haberlos tentado a atenuar su cristología (para las sinagogas) o a comprometer su unidad (permitiendo también la participación en los cultos cívicos o imperiales). En lugar de eso, Juan exhorta a los cristianos a responder afirmando plenamente su cristología: Jesús es el único Señor y Dios"
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6 days ago | [YT] | 15