En su día era muy perfeccionista, pero me di cuenta de que esta actitud me hacía a) improductivo (no avanzaba) y b) infeliz y frustrado.
Por eso ahora tengo una filosofía muy distinta: hacerlo, aunque no sea perfecto.
Además, la perfección es un mito. Pero si realmente existiera, desde luego no se lograría analizando. En este sentido leí una vez un experimento que consistía en lo siguiente:
Un alfarero explicó a un grupo de personas cómo hacer un cuenco de barro. Después separó la clase en dos grupos. Al primer grupo le dio esta instrucción: tu objetivo es hacer el cuenco perfecto. Pero solo tienes un intento. Solo tienes material para un cuenco. Puedes pensar, dibujar o recrearte durante el tiempo que quieras. Y puedes emplear el tiempo que necesites para ejecutar tu trabajo. Pero solo un cuenco.
Al segundo grupo le dio otra instrucción: tienes una hora para hacer el mayor número de cuencos posible. No importa en absoluto la calidad. Solo se te evaluará por la cantidad de cuencos que seas capaz de hacer en una hora.
Como seguramente estarás intuyendo, ¿quién hizo, paradójicamente, el cuenco perfecto? Efectivamente: el segundo grupo. No aquellos que tenían la consigna de hacer el mejor cuenco posible, sino quienes simplemente practicaron muchas veces.
Así que, aunque seas perfeccionista, la forma de mejorar no es obsesionarte con ello, sino, simplemente, hacer mucho. Nada sustituye a la experiencia y la práctica.
Libertad Inmobiliaria
En su día era muy perfeccionista, pero me di cuenta de que esta actitud me hacía a) improductivo (no avanzaba) y b) infeliz y frustrado.
Por eso ahora tengo una filosofía muy distinta: hacerlo, aunque no sea perfecto.
Además, la perfección es un mito. Pero si realmente existiera, desde luego no se lograría analizando. En este sentido leí una vez un experimento que consistía en lo siguiente:
Un alfarero explicó a un grupo de personas cómo hacer un cuenco de barro. Después separó la clase en dos grupos. Al primer grupo le dio esta instrucción: tu objetivo es hacer el cuenco perfecto. Pero solo tienes un intento. Solo tienes material para un cuenco. Puedes pensar, dibujar o recrearte durante el tiempo que quieras. Y puedes emplear el tiempo que necesites para ejecutar tu trabajo. Pero solo un cuenco.
Al segundo grupo le dio otra instrucción: tienes una hora para hacer el mayor número de cuencos posible. No importa en absoluto la calidad. Solo se te evaluará por la cantidad de cuencos que seas capaz de hacer en una hora.
Como seguramente estarás intuyendo, ¿quién hizo, paradójicamente, el cuenco perfecto? Efectivamente: el segundo grupo. No aquellos que tenían la consigna de hacer el mejor cuenco posible, sino quienes simplemente practicaron muchas veces.
Así que, aunque seas perfeccionista, la forma de mejorar no es obsesionarte con ello, sino, simplemente, hacer mucho. Nada sustituye a la experiencia y la práctica.
2 weeks ago | [YT] | 98