Durante años hemos escuchado aquello de: “tenemos la mejor sanidad del mundo”, “en España el Estado te cubre el tratamiento a cualquier enfermedad”.
Habitualmente, también, se contrapone el modelo español con otros de gestión privada, y siempre se usa a EEUU como cabeza de turco. De nuevo, aquí también hay eslóganes populares: “En EEUU la gente se muere a las puertas de los hospitales”, “si tienes cáncer en EEUU te arruinas”.
Bien, no voy a ponerme a hablar demasiado de lo que pasa en EEUU. Primero porque no es un modelo tan privado como parece. De hecho, EEUU es el país que más gasta en sanidad pública del mundo con mucha diferencia –y sí, tienen hospitales públicos. (Ver imagen 1)
En segundo lugar, no daré mucha bola porque quiero centrarme en lo que pasa en España.
Sin embargo, sí quiero dejar un dato, y a partir de ahí que cada uno considere si realmente se nos cuenta la verdad en España:
Según datos del estudio Concord 3, EEUU y varios países con modelos de gestión privada tienen mayor tasa de supervivencia a importantes tipos de cáncer que España. (Ver imagen 2 - gráfica publicada en el diario EL PAÍS)
Dicho esto, vayamos al grano.
1. LA POLÉMICA DE LA SEMANA
Esta última semana se desató una revolución tras filtrarse las declaraciones de un directivo de un hospital público de gestión privada donde hablaba de recortar costes para mejorar la situación financiera de la empresa. Evidentemente, estos costes se traducirían en mayores listas de esperas y peor atención en general.
A esto se le sumaron “viejas glorias” del discurso anti-privado como el caso Robinson, un famoso presentador deportivo que murió de cáncer. Antes de morir, su compañía médica privada le solicitó 14.000€ al mes por su tratamiento, y al final no pagó.
Casos como este plantean un dilema: ¿Debería la sanidad estar en manos privadas?¿Tienen incentivos las empresas a curar a sus pacientes, o a sacarle hasta el último euro?
Este me parece un debate, a priori, muy intuitivo. Sin embargo, como economista, si algo he aprendido durante mi vida es que ni los empresarios son el diablo ni el Estado una hermana de la caridad.
Es más, en condiciones de mercado sanas, lo privado suele funcionar mejor que lo público. Para ejemplo os dejo por aquí un enlace a un vídeo sobre el sistema de gestión privada de Singapur, uno de los mejores sino el mejor del mundo.
Pero un caso claro en España: Ceuta y Melilla son las únicas regiones españolas donde la sanidad sigue gestionada directamente por el INGESA, bajo la tutela del Ministerio de Sanidad. Estas ciudades acumulan los peores indicadores sanitarios del país: menos médicos por habitante, peores resultados de salud, listas de espera muy largas, y carencias en infraestructuras y recursos hospitalarios.
Las ciudades autónomas figuran entre las peores de España en indicadores como años de vida saludable al nacer: en torno a 69,5 años, frente a más de 79 años de media nacional.
En atención especializada, Ceuta registra una espera media de 100 días; más del 80 % de pacientes superan los 60 días, un dato muy superior a la media nacional.
En cirugía: en Melilla hay unos 13 pacientes en lista por cada 1.000 habitantes, con un tiempo medio de espera de 130-140 días; en Ceuta, unos 10/1.000 habitantes y 70-80 días.
Es cierto que parte de estos problemas surgen del aislamiento de estas regiones, pero el Estado, como veremos en el siguiente apartado, apenas tiene incentivos para solucionarlo.
2. LA SANIDAD PÚBLICA Y SUS MALES
Para ilustrar mi punto, volvamos al caso Robinson. Su compañía le pedía 14.000€ por el tratamiento del cáncer. Lo que nadie dice es que se trataba de un tratamiento más avanzado del que normalmente se ofrece en la seguridad social.
Un tratamiento que, de no existir la sanidad privada, directamente no estaría disponible. Robinson rechazó el tratamiento, pero la compañía médica le suministró el menos avanzado. Nadie dejó morir a Robinson sin intentar curarle.
La pregunta es: ¿Por qué la sanidad pública no incluye los tratamientos más avanzados? Pues porque los políticos son los primeros en querer recortar y desviar el dinero a donde más les interesa (y no es a curarte). Os pongo un ejemplo en la imagen 3.
Si la sanidad fuera 100% pública, solo tendríamos acceso a los tratamientos aprobados por los altos cargos. Gracias a disponer de sanidad privada (a la que podemos acceder con diferentes seguros si tenemos recursos limitados), la variedad es más alta, y no nos quedaremos condenados a lo que decidan políticos y funcionarios.
Ojo, esto no es algo menor. Otro caso que llama mucho la atención es el de Jordi Sabaté, un enfermo de ELA que, según cuenta en este vídeo, ya habría fallecido sin la ayuda económica de sus familiares.
Jordi cuenta que los enfermos de ELA en España no reciben ayuda ni cuidados razonables del Estado. Cuando los enfermos de ELA quedan completamente inmóviles, incluso incapaces de respirar por sí solos, su única opción es contratar un equipo de 4 enfermeros que le atiendan día y noche.
El gobierno no financia estos cuidados y además bloquea iniciativas de leyes para hacerlo. Por tanto, si enfermas de ELA y no tienes recursos, tu único destino es morir desatendido.
Por lo menos, con la oferta de seguros de vida y médicos privada, uno puede contratar un seguro que le cubra ante lo que el Estado se niega a cubrir.
A la lista podemos sumar más despropósitos: salas de urgencias con esperas de varias horas, listas de espera para operaciones que duran meses, citas médicas solo disponibles a semanas vista…
Todo ello tiene un responsable claro: la política y los sistemas de gestión pública. Los políticos no quieren gastar en nada que no sirva para ganar votos directamente, y los gestores de los hospitales, puestos habitualmente de designación política, tampoco van a perder el empleo si las cosas no van del todo bien.
La sanidad pública española, en el fondo, funciona como cualquier otra empresa pública típica de los regímenes socialistas y que, por desgracia, suelen acabar mal.
Mi punto aquí no es demonizar nada, sino dejar claro que el Estado no es garante de buenos servicios en absoluto. La sanidad privada y pública pueden coexistir, y cada una es buena en lo suyo.
3. UN MODELO EFICIENTE
Países que funcionan muy bien en términos sanitarios, como por ejemplo Singapur, Suiza o Corea del Sur tienen modelos de gestión privada con financiación pública.
Esto significa que el Estado paga, garantizando el acceso a todo el mundo, pero el servicio, muchas veces, lo entregan empresas privadas. Estas empresas privadas, que habitualmente son simples clínicas especializadas, tienen incentivos a hacer las cosas bien porque compiten entre ellas.
Si una clínica de traumatología trata mal a sus pacientes, probablemente haya otra no demasiado lejos a la que acudir, lo que incentiva a los empresarios a dar un buen servicio.
Esto, que parece difícil de imaginar, en realidad es más común de lo que piensas: dentistas, profesionales de la salud mental, fisioterapeutas… Todas son ramas sanitarias que en España son mayoritariamente privadas, y todos valoramos poder elegir nuestro dentista o nuestro psiquiatra.
Esto es otra cosa buena del sector privado, la capacidad de elegir. En la sanidad pública tu médico es el que es, y si es malo o negligente… pues es lo que hay, la competencia apenas existe. Por eso, cuando los españoles tenemos algún problema en los dientes preferimos ir a nuestro dentista de confianza que al sistema público.
Sin embargo, la “obsesión” con la gestión pública en España, por el momento, ni permitiría plantear un sistema parecido a lo que comento y que ya vemos con éxito en los países que he mencionado.
4. EL LARGO PLAZO
En términos sanitarios, y más con una población que envejece, no sólo importa el ahora, sino el futuro. La salud necesita de innovaciones e inversión. ¿Cómo incorporamos la IA al sector? ¿Cómo desarrollamos nuevos tratamientos? ¿Cómo agilizamos trámites burocráticos?
En países como España la mayor parte de la innovación médica o bien sucede en las universidades o bien la importamos de otros países. Y ya os digo que lo más importante es lo que viene de fuera.
No es coincidencia que los tratamientos y fármacos más avanzados vengan de lugares con un fuerte respeto a la iniciativa privada como EEUU. Al final, para innovar hacen falta incentivos, un premio para quien innove, y normalmente no hay mejor premio que el éxito empresarial y la rentabilidad (algo muy difícil de replicar en lo público).
Esto, como inversores, lo experimentamos de primera mano: quiero invertir en empresas que aporten soluciones a la gente, porque sé que esa será la clave para que yo pueda rentabilizar mi patrimonio. En otras palabras, la posibilidad de ganar dinero es condición necesaria para que podamos disfrutar de servicios médicos innovadores.
Ahora bien, lo importante no son solo las grandes innovaciones. Un ejemplo tonto pero muy visual: en mi seguro médico privado puedo tener citas a través de videollamadas con mi médico. Es muy fácil y se hace todo desde la aplicación. ¿Por qué esto ya está implementado en el sector privado mientras que en los hospitales públicos tenemos colas de horas?
De nuevo, una cuestión de incentivos.
En fin, lo que quiero trasladar con el correo de hoy es que hay que tener mucho cuidado con demonizar a lo privado y vanagloriar a lo público. Que una empresa privada gane dinero, en un entorno donde se incentive la competencia, no es malo, y en la mayoría de ocasiones es lo mejor que nos puede pasar. Y aquí, recordemos, nuestro papel como inversores es fundamental para discriminar entre proyectos que pueden mejorar la sociedad en todas sus escalas.
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Durante años hemos escuchado aquello de: “tenemos la mejor sanidad del mundo”, “en España el Estado te cubre el tratamiento a cualquier enfermedad”.
Habitualmente, también, se contrapone el modelo español con otros de gestión privada, y siempre se usa a EEUU como cabeza de turco. De nuevo, aquí también hay eslóganes populares: “En EEUU la gente se muere a las puertas de los hospitales”, “si tienes cáncer en EEUU te arruinas”.
Bien, no voy a ponerme a hablar demasiado de lo que pasa en EEUU. Primero porque no es un modelo tan privado como parece. De hecho, EEUU es el país que más gasta en sanidad pública del mundo con mucha diferencia –y sí, tienen hospitales públicos. (Ver imagen 1)
En segundo lugar, no daré mucha bola porque quiero centrarme en lo que pasa en España.
Sin embargo, sí quiero dejar un dato, y a partir de ahí que cada uno considere si realmente se nos cuenta la verdad en España:
Según datos del estudio Concord 3, EEUU y varios países con modelos de gestión privada tienen mayor tasa de supervivencia a importantes tipos de cáncer que España. (Ver imagen 2 - gráfica publicada en el diario EL PAÍS)
Dicho esto, vayamos al grano.
1. LA POLÉMICA DE LA SEMANA
Esta última semana se desató una revolución tras filtrarse las declaraciones de un directivo de un hospital público de gestión privada donde hablaba de recortar costes para mejorar la situación financiera de la empresa. Evidentemente, estos costes se traducirían en mayores listas de esperas y peor atención en general.
A esto se le sumaron “viejas glorias” del discurso anti-privado como el caso Robinson, un famoso presentador deportivo que murió de cáncer. Antes de morir, su compañía médica privada le solicitó 14.000€ al mes por su tratamiento, y al final no pagó.
Casos como este plantean un dilema: ¿Debería la sanidad estar en manos privadas?¿Tienen incentivos las empresas a curar a sus pacientes, o a sacarle hasta el último euro?
Este me parece un debate, a priori, muy intuitivo. Sin embargo, como economista, si algo he aprendido durante mi vida es que ni los empresarios son el diablo ni el Estado una hermana de la caridad.
Es más, en condiciones de mercado sanas, lo privado suele funcionar mejor que lo público. Para ejemplo os dejo por aquí un enlace a un vídeo sobre el sistema de gestión privada de Singapur, uno de los mejores sino el mejor del mundo.
Pero un caso claro en España: Ceuta y Melilla son las únicas regiones españolas donde la sanidad sigue gestionada directamente por el INGESA, bajo la tutela del Ministerio de Sanidad. Estas ciudades acumulan los peores indicadores sanitarios del país: menos médicos por habitante, peores resultados de salud, listas de espera muy largas, y carencias en infraestructuras y recursos hospitalarios.
Las ciudades autónomas figuran entre las peores de España en indicadores como años de vida saludable al nacer: en torno a 69,5 años, frente a más de 79 años de media nacional.
En atención especializada, Ceuta registra una espera media de 100 días; más del 80 % de pacientes superan los 60 días, un dato muy superior a la media nacional.
En cirugía: en Melilla hay unos 13 pacientes en lista por cada 1.000 habitantes, con un tiempo medio de espera de 130-140 días; en Ceuta, unos 10/1.000 habitantes y 70-80 días.
Es cierto que parte de estos problemas surgen del aislamiento de estas regiones, pero el Estado, como veremos en el siguiente apartado, apenas tiene incentivos para solucionarlo.
2. LA SANIDAD PÚBLICA Y SUS MALES
Para ilustrar mi punto, volvamos al caso Robinson. Su compañía le pedía 14.000€ por el tratamiento del cáncer. Lo que nadie dice es que se trataba de un tratamiento más avanzado del que normalmente se ofrece en la seguridad social.
Un tratamiento que, de no existir la sanidad privada, directamente no estaría disponible. Robinson rechazó el tratamiento, pero la compañía médica le suministró el menos avanzado. Nadie dejó morir a Robinson sin intentar curarle.
La pregunta es: ¿Por qué la sanidad pública no incluye los tratamientos más avanzados? Pues porque los políticos son los primeros en querer recortar y desviar el dinero a donde más les interesa (y no es a curarte). Os pongo un ejemplo en la imagen 3.
Si la sanidad fuera 100% pública, solo tendríamos acceso a los tratamientos aprobados por los altos cargos. Gracias a disponer de sanidad privada (a la que podemos acceder con diferentes seguros si tenemos recursos limitados), la variedad es más alta, y no nos quedaremos condenados a lo que decidan políticos y funcionarios.
Ojo, esto no es algo menor. Otro caso que llama mucho la atención es el de Jordi Sabaté, un enfermo de ELA que, según cuenta en este vídeo, ya habría fallecido sin la ayuda económica de sus familiares.
Jordi cuenta que los enfermos de ELA en España no reciben ayuda ni cuidados razonables del Estado. Cuando los enfermos de ELA quedan completamente inmóviles, incluso incapaces de respirar por sí solos, su única opción es contratar un equipo de 4 enfermeros que le atiendan día y noche.
El gobierno no financia estos cuidados y además bloquea iniciativas de leyes para hacerlo. Por tanto, si enfermas de ELA y no tienes recursos, tu único destino es morir desatendido.
Por lo menos, con la oferta de seguros de vida y médicos privada, uno puede contratar un seguro que le cubra ante lo que el Estado se niega a cubrir.
A la lista podemos sumar más despropósitos: salas de urgencias con esperas de varias horas, listas de espera para operaciones que duran meses, citas médicas solo disponibles a semanas vista…
Todo ello tiene un responsable claro: la política y los sistemas de gestión pública. Los políticos no quieren gastar en nada que no sirva para ganar votos directamente, y los gestores de los hospitales, puestos habitualmente de designación política, tampoco van a perder el empleo si las cosas no van del todo bien.
La sanidad pública española, en el fondo, funciona como cualquier otra empresa pública típica de los regímenes socialistas y que, por desgracia, suelen acabar mal.
Mi punto aquí no es demonizar nada, sino dejar claro que el Estado no es garante de buenos servicios en absoluto. La sanidad privada y pública pueden coexistir, y cada una es buena en lo suyo.
3. UN MODELO EFICIENTE
Países que funcionan muy bien en términos sanitarios, como por ejemplo Singapur, Suiza o Corea del Sur tienen modelos de gestión privada con financiación pública.
Esto significa que el Estado paga, garantizando el acceso a todo el mundo, pero el servicio, muchas veces, lo entregan empresas privadas. Estas empresas privadas, que habitualmente son simples clínicas especializadas, tienen incentivos a hacer las cosas bien porque compiten entre ellas.
Si una clínica de traumatología trata mal a sus pacientes, probablemente haya otra no demasiado lejos a la que acudir, lo que incentiva a los empresarios a dar un buen servicio.
Esto, que parece difícil de imaginar, en realidad es más común de lo que piensas: dentistas, profesionales de la salud mental, fisioterapeutas… Todas son ramas sanitarias que en España son mayoritariamente privadas, y todos valoramos poder elegir nuestro dentista o nuestro psiquiatra.
Esto es otra cosa buena del sector privado, la capacidad de elegir. En la sanidad pública tu médico es el que es, y si es malo o negligente… pues es lo que hay, la competencia apenas existe. Por eso, cuando los españoles tenemos algún problema en los dientes preferimos ir a nuestro dentista de confianza que al sistema público.
Sin embargo, la “obsesión” con la gestión pública en España, por el momento, ni permitiría plantear un sistema parecido a lo que comento y que ya vemos con éxito en los países que he mencionado.
4. EL LARGO PLAZO
En términos sanitarios, y más con una población que envejece, no sólo importa el ahora, sino el futuro. La salud necesita de innovaciones e inversión. ¿Cómo incorporamos la IA al sector? ¿Cómo desarrollamos nuevos tratamientos? ¿Cómo agilizamos trámites burocráticos?
En países como España la mayor parte de la innovación médica o bien sucede en las universidades o bien la importamos de otros países. Y ya os digo que lo más importante es lo que viene de fuera.
No es coincidencia que los tratamientos y fármacos más avanzados vengan de lugares con un fuerte respeto a la iniciativa privada como EEUU. Al final, para innovar hacen falta incentivos, un premio para quien innove, y normalmente no hay mejor premio que el éxito empresarial y la rentabilidad (algo muy difícil de replicar en lo público).
Esto, como inversores, lo experimentamos de primera mano: quiero invertir en empresas que aporten soluciones a la gente, porque sé que esa será la clave para que yo pueda rentabilizar mi patrimonio. En otras palabras, la posibilidad de ganar dinero es condición necesaria para que podamos disfrutar de servicios médicos innovadores.
Ahora bien, lo importante no son solo las grandes innovaciones. Un ejemplo tonto pero muy visual: en mi seguro médico privado puedo tener citas a través de videollamadas con mi médico. Es muy fácil y se hace todo desde la aplicación. ¿Por qué esto ya está implementado en el sector privado mientras que en los hospitales públicos tenemos colas de horas?
De nuevo, una cuestión de incentivos.
En fin, lo que quiero trasladar con el correo de hoy es que hay que tener mucho cuidado con demonizar a lo privado y vanagloriar a lo público. Que una empresa privada gane dinero, en un entorno donde se incentive la competencia, no es malo, y en la mayoría de ocasiones es lo mejor que nos puede pasar. Y aquí, recordemos, nuestro papel como inversores es fundamental para discriminar entre proyectos que pueden mejorar la sociedad en todas sus escalas.
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1 week ago (edited) | [YT] | 568